Dentro de la familia es donde nuestros hijos deben aprender por primera vez sobre el amor de Jesucristo. Es donde llegamos a conocer a Jesús, amar a Jesús, servir a Jesús y ser testigos de Jesús unos a otros. Los padres tienen la responsabilidad primordial de compartir su fé en Dios y el amor de Jesucristo con sus hijos. La Nueva Evangelización llama a todas las familias a vivir la Gran Comisión de Jesús; por lo tanto, parte del enfoque de nuestras familias debería ser convertirnos en discípulos y hacer discípulos; esto incluye escuchar la exhortación de bautizar a todas las naciones, enseñar todo lo que Jesús ha mandado y dar testimonio de Jesús que está con nosotros hasta el fin de los tiempos. También incluye proclamar en familia el kerigma: la vida, la Pasión, la muerte, la Resurrección y la Ascensión de Jesucristo. Nuestras parroquias y escuelas formarán asociaciones con nuestras familias para ayudar a los padres y a nuestros hijos a crecer en el discipulado y la formación en la fé.
En la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II se hace referencia a la familia como la "Iglesia Doméstica" o "Ecclesia domestica". Mediante la virtud del sacramento del matrimonio, los cónyuges se ayudan mutuamente a alcanzar la santidad en su vida matrimonial y en la crianza de los hijos.
En [la familia] los padres deben, por su palabra y ejemplo, ser los primeros predicadores de la fe a sus hijos; deben alentarlos en la vocación que es propia de cada uno de ellos, fomentando con especial cuidado la vocación a un estado sagrado. (LG 11)
En el documento de la USCCB, Discípulos llamados a testificar: la nueva evangelización, se describe a las familias como el primer lugar donde uno experimenta y se forma en la fe. A través del ejemplo de padres, abuelos, hermanos y miembros de la familia extendida, somos testigos de cómo vivir como cristianos.
Es vital que varias generaciones, incluiyendo los abuelos, participen en la formación de la fe de los miembros más jóvenes de la familia. Es a través de la familia que alguien que regresa a la fe puede ser despertado, afirmado y animado por el amor y la misericordia de Cristo (DCW 13).
Es dentro de la seguridad de la familia donde “se aprende la perseverancia y la alegría del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso repetido, y sobre todo el culto divino en la oración y el ofrecimiento de la vida” (CIC 1657).